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lunes, 23 de noviembre de 2009

Las prostitutas del barrio Chino años 1970

-¿Quieres que vayamos al partido en el Campo del Barcelona, Lorenzo? .-No me gusta el fútbol, primo. Vamos a donde haya mujeres. Vamos al Barrio Chino. ¿A que no tienes cojones?

Hacía dos meses que José Antonio residía en Barcelona, en un pueblo de la provincia, procedente de Castilla La Nueva, que se llamaba entonces, de la Castilla-La Mancha actual, y Lorenzo, su primo, acababa de llegar de las Vascongadas, el actual País Vasco. Uno dejaba el instituto para incorporarse al trabajo, el otro llevaba trabajando desde los ocho años, primero en el campo con su padre, luego con los albañiles vascos.


Los dos tenían diecisiete años.


También se podía, las alternativas que ofrecía el mundo los fines de semana a unos adolescentes del año 1.970 en el cinturón industrial de Barcelona no eran muchas, hacer algo de deporte, José Antonio jugaba al fútbol por la mañana, ir de bar en bar bebiendo como cosacos, algo que era y es una verdadera mierda, o desplazarse en manadas a unas enormes discotecas a hacer el gilipollas con un cubata en la mano, invitando a cientos de chicas a bailar mientras la mayoría de ellas permanecían sentadas en las sillas toda la tarde diciendole "NO" a todo el que se le acercaba, y sólo se levantaban para bailar las "sueltas" entre ellas. El objetivo, enfermizo, de ellos, era pillar algo que se pareciera a un simulacro de sexo en las piezas "agarradas", sin que la mayoría lo lograse. Lorenzo y José Antonio eran de los afortunados que conseguían bailar "pegados": Lorenzo, bien plantado y echao palante, porque siempre tuvo la mano rota para cierto público femenino que al menos bailaba y se dejaba abrazar, y José Antonio porque trabajaba en una fábrica con unas trescientas chicas de los alrededores como compañeras.

Pero los dos estaban de acuerdo en que eso, bailar, no era suficiente, ya no, no proporcionaba mucho más que undolor de huevos, las chicas, la mayoría, habían asumido, mierda de educación del nacional-catolicismo franquista, que su "tesorito" debían de guardarlo para el novio formal que luego fuera el padre de sus hijos, y los muchachos comenzaban a estar hartos de volver a casa de vacío. Consideraban que ya era una urgencia comenzar a marcar alguna muesca importante en las paredes de sus habitaciones.


Entonces, el barrio del Raval barcelonés, al que no se sabe muy bien por qué se le llamaba "el barrio chino", era un inmenso "meublé" donde miles de putas de todas las edades y procedencias les alegraban los bajos a los marineros de todo el mundo que recalaban en el puerto barcelonés y a los muchos y mal follados españolitos, victimas como ellas también en el terreno sexual, de la pacata e hipócrita educación fascista-religiosa del dictador Franco.


una pequeña sífilis como mucho, que sólo representaban algunos picores en los bajos durante varios días y algunas chanzas de los amigos y compañeros de trabajo. Se curaba con antibióticos y nadie se moría por eso.


No estoy intentado en este relato obviar la indiscutible sordidez de aquel ambiente, lo grosero, lo repugnantemente machista, aunque entonces nos faltaban elementos para poderlo ver en toda su crudeza, de la situación y a los chicos les parecía normal, en absoluto reprobable (a Lorenzo creo que se lo debe seguir pareciendo así, jaja¡), lo grotesco de aquellas calles, de aquellos bares llenos de aquellas pobres mujeres explotadas, llenos de sus horteras potenciales clientes, tan desdichados unos como las otras, pero que, entonces, insisto, no se lo parecía así a nuestros jóvenes protagonistas que no tenían los elementos de juicio para ver la tara social que todo aquello representaba.

No había ningún miedo a las enfermedades de transmisión sexual, lo peor que se podía "pillar" era alguna inocente gonorrea,


Aquello estaba lleno de traficantes de todas las drogas, lleno de proxenetas, con lo que su sola presencia significa para la libertad y la dignidad, no sólo de las pobres prostitutas si no de todos nosotros que lo consentíamos, también en la actualidad.

Había, así mismo, una buena presencia policial y establecimientos de "gomas y lavajes"....:El régimen del dictador consentía, casi tutelaba hipócritamente, aquel inmenso burdel en el que se había convertido un barrio entero y eso hacía que se crearan microclimas seguros con sabor a sano desmadre, casi de sana y pacífica alegría, como si la sordidez quedara ahogada por la música, por la fiesta.


En ese sentido, me gustaría resaltar lo que de gozoso, al menos intenso, mucho más que lo que sentían en los bares y discotecas, experimentaron Lorenzo y José Antonio cuando se introdujeron por primera vez, luego también en otras ocasiones, aquel día de Octubre, en el corazón de aquel barrio barcelonés, en la calle Robador.


Lo que los chicos vieron de golpe, al doblar la esquina de la Calle de San Pablo con Robador, fueron unos bares enormes atestados de mujeres de todas las edades donde no faltaban las jóvenes, ni faltaban las muy guapas, incluso las cultas, gentes con historias y motivaciones distintas, ofreciendo la mercancía, pero que muchas de ellas, oh sorpresa, eran normales, hablaban normalmente, bailaban alegremente al ritmo de la música de aquellas máquinas que por un duro, que ellas se encargaban de pedir a unos y a otros, hacían sonar tres discos de vinilo con los cantantes más horteras, naturalmente, a toda pastilla, por supuesto.


Y aquella sensación, algo que te aprieta el pecho y la garganta y que es muy parecido a la emoción, música a toda pastilla, alcohol, humo de tabaco y sexo, la experimentaron los dos, a los dos les gustó, y los dos se sintieron atrapados en aquella orgía cutre de los sentidos desde el primer momento, los dos entraron como becerros a los corrales del sexo, pagado pero sexo, no aquellos simulacros indecentemente decentes de los bailes discotequeros, dejandose llevar por sendas muchachas de, más o menos su propia edad que, de acuerdo, serían unas pobres putas, pero que entonces, y ahora en el recuerdo, les parecieron unas beldades simpáticas, alegres y deseables...¡¡¡ y unas beldades simpáticas, alegres, deseables y jóvenes... que follaban¡¡¡¡...Y lo crematístico significaba un poco más que el par de cocacolas que les costaba la invitación a las eventuales "conquistas" de la discoteca que, ingratas, se lo pagaban clavándoles los codos en el pecho mientras bailaban....


....Lástima que en las mismas escaleras del meublé, cuando ya subían bromeando con las chicas con el corazón desbocado y la emoción de los grandes acontecimientos instalada definitívamente en el pecho, después de haber sorteado a una nube de mirones huelebraguetas que se agolpaban en la puerta del meublé para ver desfilar a los actuantes, como para cerciorarse de que efectívamente aquellas chicas se lo hacían con cualquiera, pobres "voyeurs" de tercera, una bruja inoportuna, junto con un tipo con cara de malas pulgas, les pidieran el carnet de identidad y les echaran para atrás de malos modos, con el rabo entre las piernas, nunca mejor dicho, cuando comprobaron que eran menores.....


......Desde aquí un homenaje a aquellas entrañables putas barcelonesas del barrio chino en los años setenta, mil novecientos setenta, a las que les tocó, pobres, hacer un "trabajo" en absoluto reconocido, y que obviando lo indigno y lo sórdido, si es que se puede, ayudaron con un celo digno de mejores causas, a muchas de ellas aún les sobraba corazón para ponerles el hombro a mucho desgraciado llorón, a iniciar en un terreno tan delicado y sin mayores traumas a generaciones enteras de machitos ibéricos a los que unos desalmados, con el clero como cómplice, les habían robado, a base de represión religiosa, tendenciosa y pacata educación e indecente hipocresía, y entre otras muchas cosas, algo tan natural como el sexo.....

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